Querido amigo,
Hemos pasado varias semanas un poco alterados por la disciplina médica. Si ya sabes que estás bien ese cuerpo maldito puede llegar a insistir en que aún te falta… En estas condiciones el vivir se hace bastante estrecho y cualquier pasión que tengas cae en el olvido.
Como has tenido la sincera amabilidad de ir mencionando algunos de mis títulos, yo por mi parte, me voy reuniendo con esa especie de fantasma global que apunta en varias direcciones y no deja en paz a un honrado comentarista. Sea como fuere anoche, noche inexistente para mi, cayó el nombre citado hace poco por ti ronde bosse. Alto Relieve que merece ser pensado sin desfallecer. Y así pasé la noche reviviendo etapas desde el inocente encuentro con ese nombre, hasta la consabida charla inocua sobre la complejidad. Queda por saber el porqué de los nombres de las obras, aunque esto parezca algo obvio, y su desmedida evolución de párrafos y sistemas.
Nos damos cuenta con abandono de que hablar, de escribir y ensoñar con los sonidos que aún no han venido es justamente el oficio del oficio pero, antes, una cantidad de personajes retroactivos emprenden su propia guerra. El compositor amarrado siempre al palo mayor quiere elegir el camino de enfrente y hete aquí que esa trivial solución no se da fácilmente en la música.
Volvemos atrás y examinas el llamado de un amigo sabiendo poco y nada si es clamor clamoroso o una invitación que deja una estela de paz. Después de dos o tres horas de inundación de situaciones sabes ya que has de optar por contar el cuento en su completitud sabiendo mirar el destino de cada palabra. Llegas a la conclusión de que ese hatajo de fantasmas nunca podrá ser alto y relevante. Se busca ahora el tono comedido de lo explicativo, qué es lo que nos sirve como conversación llena o vacía.
La simplicidad de la creación tiene entonces el valor de trasladar tu relato al otro extremo de lo formal: ¿queda una ventana abierta para reunirse con lo que se pudo haber dicho? Queda un estrecho paso para irritar al optimista y cerrar la necesidad de la obra. Pero sabemos que no es así. Una oferta punzante viene a señalar actores y peripecias. Es el momento tan impalpable de la ausencia de la duda y de la creencia en un nuevo tipo de fantasmas.
Entonces, deviene la creación como forma de lo inexpresivo, ellos no escuchan, ellos no pisan el sonido, ellos siempre se aseguran un posible final, ellos amanecen fríos, melancólicos y creídos de su andar que irradia lo que nadie sabe. Pronto sabremos escuchar el ruido egocéntrico y la belleza descrita como una vaga farsa.
En este momento hemos pasado varias fronteras.
Cristian, amigo, lo único es a veces tentador y lo preexistente ya no ocupa lugar.
Esto sería el estado de una primera aproximación. (que se deja encantar por sus réplicas repentinas y por su fe irrestricta).
Al constatar que ya existe algo, el buen Dios se va a dormir. ¡Error! El modo trémolo del nuevo posible sol anuncia al compositor su destino.
Todas las metáforas de los mundos descritos por otros mundos sirven para dar paso al componente agitado de la música y su extraña importancia.
Se detiene el sueño y el no-sueño y tratamos de viajar en sentido opuesto. Los actores antes aludidos reclaman eternos materiales que vienen de muy lejos y que a veces no se les puede tocar. Las peripecias juegan sin saber,, sus últimos encuentros.
El concepto de ‘obra’ está a punto de abandonarnos a la deriva irresponsable.
Aparece el tiempo y su locuaz acción sobre nosotros. El tiempo ejerce como protagonista y también como el conjunto de las peripecias que no se escuchan. El intersticio gana su puesto y distribuye el juego.