(música para flauta dulce baja y extensión electrónica, realizada en Phonos. ca. 12 min.)
para Joan Izquierdo, flautista, y Joan Brossa, más que poeta.
Nada tan importante como ver las luces del pueblo desde una perspectiva amplia. El suave rumor nocturno de las fábricas. Las luces, que somos nosotros mismos. El calor de lo contiguo.
Es por eso que hacemos música, y que la dedicamos, y, que finalmente, queremos el concierto. La entrega ciudadana.
El músico es el sonido de la sociedad. El rumor o el “ruido organizado”.
Cada vez que contemplo mi pequeño pueblo y sus montañas distantes, veo, entre oscilaciones del campo visual, constelaciones que desembocan en luces: electricidad premeditada. Eso, “de algún modo”, es la música. Reunión de lo externo y lejano con el ver presente; el oir desacostumbrado.
No se explica el trabajo de un flautista ni el de un compositor con la arrogancia geométrica de otros años. Se explica un poco de vida que coincide con la disposición del concierto.
Mañana, todo habrá sido sensación del campo auditivo que vaga entre lo inalcansable, lo supuesto, y la premeditada escansión de los sonidos.
Gabriel Brncic
Sant Just Desvern, Julio de 1994